Dicha ayuda no ha llegado a muchos puntos de concentración de damnificados en estos angustiosos días, como es el caso de los miles de refugiados de Peguyville, en la capital, que después del sismo de 7 grados en la escala de Richter solo han visto un camión con agua potable.
Muchos damnificados se quejan de que no han recibido ninguna asistencia, pese a que el aeropuerto de Puerto Príncipe soporta verdaderos atascos de aviones con cargamentos con víveres y medicinas.
"Hay que comprender, la coordinación se ha ido al suelo, lo mismo que nuestros edificios del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y de la propia Minustah", comentó Alejandro López-Chicheri, jefe de comunicaciones de esa agencia para América Latina.
Pero los damnificados, que suman unos 3 millones en todo el país, no comprenden: "Sólo sé que en tres días he comido un plato de arroz que tuvo a bien darme una vecina", contó Bobien Ebristout, que ocupa una barraca levantada con cuatro lonas en una colina polvorienta de Peguyville, donde el olor a excrementos lo invade todo.Esta situación, en parte, ha llevado a que en Puerto Príncipe se repitan con cada vez mayor frecuencia escenas de grupos que se cuelan en comercios cerrados o almacenes y arrojan desde el tejado todo tipo de mercancías.
Cientos de jóvenes, muchos armados con barras de hierro o madera y algunos con cuchillos, ocuparon hoy una importante avenida y forzaron la entrada de varios almacenes, ninguno de ellos de comestibles, en una de las principales avenidas del centro.
Muchos de ellos protagonizaron enfrentamientos a golpes y empujones en plena calle por el reparto del botín, pero sin llegar a utilizar sus armas, ante la mirada de numerosos fotógrafos.
Saqueos que quedan en total impunidad, ya que los militares de la ONU que recorren las calles capitalinas pasan por delante sin intervenir, mientras que la policía haitiana dispara al aire sin éxito, según pudo comprobar Efe. Aunque, según Radio Metropole, las autoridades mataron a dos saqueadores.
Y es que además de los damnificados, a la ONU le preocupa la propia seguridad de su personal, algo que ralentiza las operaciones de ayuda.
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