Por Simeón Arredondo
La vida y la muerte comparten un secreto que quien lo descubre muere en el acto. Conscientes o no de ello, poetas y escritores han usado en sus inspiraciones el tema de la muerte desde antaño, y aún en nuestros días no pierde vigencia.
Desde el Marqués de Santillana hasta Antonio Machado, y desde César Vallejo hasta Víctor Villegas, este tema ha perdurado con bastante notoriedad en muchos de los escritos que han lanzado a narradores y poetas a la fama, o sencillamente en composiciones literarias dignas de tomar en cuenta al momento de analizar la obra de cualquiera de ellos.
El tema de la muerte ha sido tratado no por pocos literatos de diferentes géneros y épocas desde múltiples puntos de vista, y ha sido usado para manifestar incontables tipos de sentimientos y situaciones.
Connotados poetas del mundo han usado las musas para hacer una premonición de su muerte. Antonio Machado en su poema “Retrato” dice: “Y cuando llegue el día del último viaje/ y esté al partir la nave que nunca he de tomar,/ me encontrareis a bordo ligero de equipaje,/ casi desnudo, como los hijos de la mar”. César Vallejo en uno de los momentos que el numen invadía sus pensamientos escribió: “Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo./ Me moriré en París -y no me corro-/ tal vez un jueves, como es hoy, de otoño”.
Otros han preferido decidir la forma y la fecha de su encuentro con la muerte suicidándose por distintas razones y por diferentes vías, como Alfonsina Storni y Gastón Fernando Deligne, generando inspiraciones posteriores para otros escritores, y siendo las formas o los motivos de su muerte objeto de análisis en múltiples escenarios de la intelectualidad.
Los hay que simplemente han sido impactados por la desaparición física de un ser querido o por una escena que guarde afinidad con ello como se refleja en Arturo Pellerano Castro cuando escribe: “Junto a una cruz al expirar el día/ una pobre mujer de angustia llena/ sus lágrimas vertía,/ dolió a mi corazón su amarga pena/ y junto al sepulcro de la madre ajena/ lloré la muerte de la madre mía.”
Destacados narradores como Selma Lagerlöf, Horacio Quiroga y Juan Bosch también abrazaron el tema haciendo galas de su capacidad creativa en varios de sus textos. En fin, se trata de una manifestación de atención de manera artística a un fenómeno que a todos nos impacta y nos aguarda.
En el caso del personaje que en esta ocasión ocupa nuestra atención, el galardonado Víctor Villegas, de repente pareciera que comienza a manosear el tema de la muerte a raíz del deceso de su esposa, Amada Antonia García de Villegas, ocurrido en los albores del año 2001, y a quien dedica la obra “Muerte Herida”, publicada un año después. Es el primer libro del autor en el que aparece la palaba “muerte” en el título (más adelante, en el 2005 lo volveremos a encontrar en “La Muerte al Borde de la Muerte”); sin embargo, como tema ha venido incrustado en sus poemas desde “Diálogos con Simeón”, emblemática obra concebida y producida durante la tiranía trujillista, según ha dicho Abelardo Vicioso en una de sus introducciones, pero que sale a la luz en el último lustro de la década que va de 1971 a 1980.
Jorge Manrique es ampliamente conocido en el mundo por las “Coplas a la muerte de su padre”, sin embargo no es en la única obra que trata el tema. Algo parecido ocurre con el también ibérico Antonio Machado y su poema “A un olmo seco” escrito a raíz de la muerte de su esposa Leonor.
Pues ya en “Diálogos con Simeón”, publicado en 1977, adentrándose al tema de la muerte, Villegas formula el siguiente cuestionamiento:
Cuantas veces preguntaste: verán siempre
los ojos ese difícil movimiento en las estrellas,
ese entregarse al fin al más puro
contacto con la muerte?
Estos versos, que están entre los primeros que se conocieron de Víctor Villegas, contienen en esencia una de las temáticas que más sobresale en la obra del poeta: la muerte.
Es notable que Víctor Villegas maneja el tema de distintas maneras. Le da diferentes tratamientos, ya refiriéndose a la muerte como sufrimiento para protestar y realizar denuncias sociales, ya dando vida a seres inanimados o a personajes de la historia que hace mucho tiempo desaparecieron físicamente, resignándose a ella, aceptándola, tomándola como interlocutora, o sencillamente filosofando en torno a ella.
En “Ahora no es ahora”, por ejemplo, el autor juega con las palabras; introduce el tema e invierte los tiempos dándole condición de pasado (o de un lugar) al futuro: “…hay una orden de energía global/ para que la tecnología sea/ el hombre/ la informática sea el hijo y así todos/ lleguemos muertos del futuro”.
Desde el Marqués de Santillana hasta Antonio Machado, y desde César Vallejo hasta Víctor Villegas, este tema ha perdurado con bastante notoriedad en muchos de los escritos que han lanzado a narradores y poetas a la fama, o sencillamente en composiciones literarias dignas de tomar en cuenta al momento de analizar la obra de cualquiera de ellos.
El tema de la muerte ha sido tratado no por pocos literatos de diferentes géneros y épocas desde múltiples puntos de vista, y ha sido usado para manifestar incontables tipos de sentimientos y situaciones.
Connotados poetas del mundo han usado las musas para hacer una premonición de su muerte. Antonio Machado en su poema “Retrato” dice: “Y cuando llegue el día del último viaje/ y esté al partir la nave que nunca he de tomar,/ me encontrareis a bordo ligero de equipaje,/ casi desnudo, como los hijos de la mar”. César Vallejo en uno de los momentos que el numen invadía sus pensamientos escribió: “Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo./ Me moriré en París -y no me corro-/ tal vez un jueves, como es hoy, de otoño”.
Otros han preferido decidir la forma y la fecha de su encuentro con la muerte suicidándose por distintas razones y por diferentes vías, como Alfonsina Storni y Gastón Fernando Deligne, generando inspiraciones posteriores para otros escritores, y siendo las formas o los motivos de su muerte objeto de análisis en múltiples escenarios de la intelectualidad.
Los hay que simplemente han sido impactados por la desaparición física de un ser querido o por una escena que guarde afinidad con ello como se refleja en Arturo Pellerano Castro cuando escribe: “Junto a una cruz al expirar el día/ una pobre mujer de angustia llena/ sus lágrimas vertía,/ dolió a mi corazón su amarga pena/ y junto al sepulcro de la madre ajena/ lloré la muerte de la madre mía.”
Destacados narradores como Selma Lagerlöf, Horacio Quiroga y Juan Bosch también abrazaron el tema haciendo galas de su capacidad creativa en varios de sus textos. En fin, se trata de una manifestación de atención de manera artística a un fenómeno que a todos nos impacta y nos aguarda.
En el caso del personaje que en esta ocasión ocupa nuestra atención, el galardonado Víctor Villegas, de repente pareciera que comienza a manosear el tema de la muerte a raíz del deceso de su esposa, Amada Antonia García de Villegas, ocurrido en los albores del año 2001, y a quien dedica la obra “Muerte Herida”, publicada un año después. Es el primer libro del autor en el que aparece la palaba “muerte” en el título (más adelante, en el 2005 lo volveremos a encontrar en “La Muerte al Borde de la Muerte”); sin embargo, como tema ha venido incrustado en sus poemas desde “Diálogos con Simeón”, emblemática obra concebida y producida durante la tiranía trujillista, según ha dicho Abelardo Vicioso en una de sus introducciones, pero que sale a la luz en el último lustro de la década que va de 1971 a 1980.
Jorge Manrique es ampliamente conocido en el mundo por las “Coplas a la muerte de su padre”, sin embargo no es en la única obra que trata el tema. Algo parecido ocurre con el también ibérico Antonio Machado y su poema “A un olmo seco” escrito a raíz de la muerte de su esposa Leonor.
Pues ya en “Diálogos con Simeón”, publicado en 1977, adentrándose al tema de la muerte, Villegas formula el siguiente cuestionamiento:
Cuantas veces preguntaste: verán siempre
los ojos ese difícil movimiento en las estrellas,
ese entregarse al fin al más puro
contacto con la muerte?
Estos versos, que están entre los primeros que se conocieron de Víctor Villegas, contienen en esencia una de las temáticas que más sobresale en la obra del poeta: la muerte.
Es notable que Víctor Villegas maneja el tema de distintas maneras. Le da diferentes tratamientos, ya refiriéndose a la muerte como sufrimiento para protestar y realizar denuncias sociales, ya dando vida a seres inanimados o a personajes de la historia que hace mucho tiempo desaparecieron físicamente, resignándose a ella, aceptándola, tomándola como interlocutora, o sencillamente filosofando en torno a ella.
En “Ahora no es ahora”, por ejemplo, el autor juega con las palabras; introduce el tema e invierte los tiempos dándole condición de pasado (o de un lugar) al futuro: “…hay una orden de energía global/ para que la tecnología sea/ el hombre/ la informática sea el hijo y así todos/ lleguemos muertos del futuro”.
En esa misma publicación continúa filosofando sobre la muerte en los poemas titulados “Si hacia adentro llueven siempre” y “Si no es posible estar entre los otros”. Veamos:
Si hacia adentro llueven siempre
las lagrimas que vierto
y desde mí –idólatra escalera- al fondo va la imagen
que sólo yo conozco
aquel que está tan lejos ¿cómo sabe
quién soy?
Las palabras que pienso
él las pronuncia
adelante en las puertas mis indecisos viajes
si apenas muero un poco, viviéndome
en su espacio muere menos
lo que inmóvil recorro en él es su reposo
habiendo huido.
De quién son esos pasos, de dónde vienen
y hacia dónde van?
Nadie es transeúnte en esta hora sino
en su propio cuerpo.
Antes de hablar, un diálogo profundo
hemos tenido bajo el techo del ojo
en la intangible ciudad que nos recorre
o muere o por el blanco orificio
del lagarto reverdece.
Antes de irnos hemos llegado.
Si halo con la mano al más cercano cielo
o hacia todas las cosas transfiero mi presencia
sólo así puedo verme
pasar de un cuerpo a otro
no detener jamás el cambio si aquel que está
tan lejos soy yo mismo.
(…)
Si no es posible estar entre los otros
contenerlos o amarlos
no sé hacia donde voy o si decido al fin
regresar de la muerte.
Estoy de mí tan lejos como un recién
llegado.
Alguien trae en sus manos el ruido
del naranjo
sangra la calle
un ataúd se abraza y se vacía
mas ni siquiera de rodillas entrar puedo
a mi alma.
Mis cuerpos son dos metros
en la casa
(…)
La muerte se convierte en interlocutora del poeta en “Muerte Herida”: “Nada es más triste que la lluvia/ cuando duerme. La tocaste/ en la espalda./ Eres temprano en el pasado, mañana/ eres también muy tarde”.
A lo largo de este libro el autor conversa con la muerte. Aunque en ocasiones parece dirigirse a su esposa fallecida, o quizás a otro ente. “Si en mi entierro me/ escucho buscando la/ camisa.” Los procedimientos médicos y la aplicación de medicamentos están presentes en sus conversaciones. “En verdad eres mi/ límite, a la primera/ impresión con pastillas/ te ocultas”. “…Y que las/ batas blancas, en el/ cuello/ y en su entorno el bisturí/ la jeringuilla/ cínicos tranquilizantes/ y antibióticos, sonreían/ en sus mismos sitios a los/ puentes, y en fin, esqueletos/ no son/ sino recién nacidos los rieles/ que en nuestros/ vientres se desplazan”.
Como Freddy Gatón Arce en “Los Ríos Hacen Voca” cuando dice “…quiero, cuando sea, que nadie me toque./ Cada gusano de la muerte es mío./ Que nadie intente separarme de ellos/ ni de ella”, así Víctor Villegas, que está consciente de que “el viaje es único”, asume una actitud valiente, y si se quiere desafiante frente a lo que sabe será el final de su vida.
Decido en tu presencia
empujar los océanos de un
lugar a otro y oír del
pez su último
reclamo.
(…)
…he de
morir para saber quien
soy. Únicamente así sabré
quien eres.
Y como muestra de lo que acabamos de afirmar, el texto finaliza con unos versos que lejos de rechazarla, cuestionan la muerte.
En verdad ya yo estoy
muerto y no te entiendo:
¿Si morimos la muerte
de qué manera entonces
moriremos?
Pero a pesar de los diferentes encuentros poéticos y filosóficos de Víctor Villegas con la muerte, en varias de sus obras no faltan las inspiraciones en las que de una forma u otra el poeta se aferra a la vida, como se lee en la página 56 de la tercera edición de “Diálogos con Simeón”.
Oh amigo de mi entraña, ¿Quién
si no yo está más dentro de la vida?
En “Jamás”, al igual que en otros de sus poemarios, Villegas a menudo da vida a personajes de la antigüedad. “…Desde la mecedora Fidias/ contempla a Ilión”. “…Para que Dánao no muera/ entre los muertos.” Y hace referencia a muertos y a muerte en reiteradas ocasiones. “…Pero hacia otros/ orbes clama el muerto…” “…el agua es un inalcanzable anillo/ ausencia de un muerto, un solo muerto…” “Se producían conmociones/ como el muerto en las comisarías.” “…los dos inviernos en un/ mismo año no fueron suficientes/ para su sola muerte,…” “…Oigo bajo mis pies/ al muerto más anciano…”
En la misma obra Víctor Villegas hace un reclamo en torno a su propia muerte. “…y que no muera en mí/ mi muerte aunque vida de mí más vida no se diese…” Lo mismo ocurre en “La muerte al borde de la muerte”.
Nunca pensé que por
los dientes cruzara
mi esqueleto…
(…)
Pero ¿Por qué asistir a mi otro
entierro si antes ya lo he hecho
tantas veces?...
En “La muerte al borde de la muerte”, el autor además trata otros aspectos muy interesantes. Uno de ellos es los escenarios que crea trayendo personalidades de la muerte a encuentros en los que él mismo está presente.
Me encontré con Walt Whitman en la
calle El conde, sus zapatos azules, el
ojo negro junto al blanco, llegó
desde la esquina Edgar Allan Poe, cerca
de él Bretón y Hemingway, si era
de día o un largo pozo de
cansancio, no lo recuerdo…
Charlotte Amalie, una de las primeras publicaciones de Víctor Villegas, también exhibe en su contenido mucho el tema de la muerte. Hay incluso un poema titulado “Elegía a la muerte”, donde Villegas sin temores y sin tapujos conversa francamente con la muerte. Aquí la elogia y le atribuye una serie de cualidades positivas como si se tratara de una fémina a la que el poeta le canta versos con la mejor de las intenciones.
Eres desde mañana y desde siempre has
sido simple, hermosa muerte,
solo y delicado pétalo atrapado en las
aguas de todas las riberas.
Cuerpo de espuma, itinerante alondra eres
en los pasillos del deseo,
si se te desea, multitud de caminos,
jubiloso retorno,
cálido vuelo de secretas palomas.
Como se ve, el tema de la muerte tratado con mucha profesionalidad, decencia y delicadeza, con un alto sentir poético y con creatividad extrema, está presente en toda la obra poética conocida de Víctor Villegas. Como Neruda cuando afirma “Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta”, Villegas ha hablado por muchas bocas calladas, por muchas bocas humilladas, por muchas bocas muertas.
Si hacia adentro llueven siempre
las lagrimas que vierto
y desde mí –idólatra escalera- al fondo va la imagen
que sólo yo conozco
aquel que está tan lejos ¿cómo sabe
quién soy?
Las palabras que pienso
él las pronuncia
adelante en las puertas mis indecisos viajes
si apenas muero un poco, viviéndome
en su espacio muere menos
lo que inmóvil recorro en él es su reposo
habiendo huido.
De quién son esos pasos, de dónde vienen
y hacia dónde van?
Nadie es transeúnte en esta hora sino
en su propio cuerpo.
Antes de hablar, un diálogo profundo
hemos tenido bajo el techo del ojo
en la intangible ciudad que nos recorre
o muere o por el blanco orificio
del lagarto reverdece.
Antes de irnos hemos llegado.
Si halo con la mano al más cercano cielo
o hacia todas las cosas transfiero mi presencia
sólo así puedo verme
pasar de un cuerpo a otro
no detener jamás el cambio si aquel que está
tan lejos soy yo mismo.
(…)
Si no es posible estar entre los otros
contenerlos o amarlos
no sé hacia donde voy o si decido al fin
regresar de la muerte.
Estoy de mí tan lejos como un recién
llegado.
Alguien trae en sus manos el ruido
del naranjo
sangra la calle
un ataúd se abraza y se vacía
mas ni siquiera de rodillas entrar puedo
a mi alma.
Mis cuerpos son dos metros
en la casa
(…)
La muerte se convierte en interlocutora del poeta en “Muerte Herida”: “Nada es más triste que la lluvia/ cuando duerme. La tocaste/ en la espalda./ Eres temprano en el pasado, mañana/ eres también muy tarde”.
A lo largo de este libro el autor conversa con la muerte. Aunque en ocasiones parece dirigirse a su esposa fallecida, o quizás a otro ente. “Si en mi entierro me/ escucho buscando la/ camisa.” Los procedimientos médicos y la aplicación de medicamentos están presentes en sus conversaciones. “En verdad eres mi/ límite, a la primera/ impresión con pastillas/ te ocultas”. “…Y que las/ batas blancas, en el/ cuello/ y en su entorno el bisturí/ la jeringuilla/ cínicos tranquilizantes/ y antibióticos, sonreían/ en sus mismos sitios a los/ puentes, y en fin, esqueletos/ no son/ sino recién nacidos los rieles/ que en nuestros/ vientres se desplazan”.
Como Freddy Gatón Arce en “Los Ríos Hacen Voca” cuando dice “…quiero, cuando sea, que nadie me toque./ Cada gusano de la muerte es mío./ Que nadie intente separarme de ellos/ ni de ella”, así Víctor Villegas, que está consciente de que “el viaje es único”, asume una actitud valiente, y si se quiere desafiante frente a lo que sabe será el final de su vida.
Decido en tu presencia
empujar los océanos de un
lugar a otro y oír del
pez su último
reclamo.
(…)
…he de
morir para saber quien
soy. Únicamente así sabré
quien eres.
Y como muestra de lo que acabamos de afirmar, el texto finaliza con unos versos que lejos de rechazarla, cuestionan la muerte.
En verdad ya yo estoy
muerto y no te entiendo:
¿Si morimos la muerte
de qué manera entonces
moriremos?
Pero a pesar de los diferentes encuentros poéticos y filosóficos de Víctor Villegas con la muerte, en varias de sus obras no faltan las inspiraciones en las que de una forma u otra el poeta se aferra a la vida, como se lee en la página 56 de la tercera edición de “Diálogos con Simeón”.
Oh amigo de mi entraña, ¿Quién
si no yo está más dentro de la vida?
En “Jamás”, al igual que en otros de sus poemarios, Villegas a menudo da vida a personajes de la antigüedad. “…Desde la mecedora Fidias/ contempla a Ilión”. “…Para que Dánao no muera/ entre los muertos.” Y hace referencia a muertos y a muerte en reiteradas ocasiones. “…Pero hacia otros/ orbes clama el muerto…” “…el agua es un inalcanzable anillo/ ausencia de un muerto, un solo muerto…” “Se producían conmociones/ como el muerto en las comisarías.” “…los dos inviernos en un/ mismo año no fueron suficientes/ para su sola muerte,…” “…Oigo bajo mis pies/ al muerto más anciano…”
En la misma obra Víctor Villegas hace un reclamo en torno a su propia muerte. “…y que no muera en mí/ mi muerte aunque vida de mí más vida no se diese…” Lo mismo ocurre en “La muerte al borde de la muerte”.
Nunca pensé que por
los dientes cruzara
mi esqueleto…
(…)
Pero ¿Por qué asistir a mi otro
entierro si antes ya lo he hecho
tantas veces?...
En “La muerte al borde de la muerte”, el autor además trata otros aspectos muy interesantes. Uno de ellos es los escenarios que crea trayendo personalidades de la muerte a encuentros en los que él mismo está presente.
Me encontré con Walt Whitman en la
calle El conde, sus zapatos azules, el
ojo negro junto al blanco, llegó
desde la esquina Edgar Allan Poe, cerca
de él Bretón y Hemingway, si era
de día o un largo pozo de
cansancio, no lo recuerdo…
Charlotte Amalie, una de las primeras publicaciones de Víctor Villegas, también exhibe en su contenido mucho el tema de la muerte. Hay incluso un poema titulado “Elegía a la muerte”, donde Villegas sin temores y sin tapujos conversa francamente con la muerte. Aquí la elogia y le atribuye una serie de cualidades positivas como si se tratara de una fémina a la que el poeta le canta versos con la mejor de las intenciones.
Eres desde mañana y desde siempre has
sido simple, hermosa muerte,
solo y delicado pétalo atrapado en las
aguas de todas las riberas.
Cuerpo de espuma, itinerante alondra eres
en los pasillos del deseo,
si se te desea, multitud de caminos,
jubiloso retorno,
cálido vuelo de secretas palomas.
Como se ve, el tema de la muerte tratado con mucha profesionalidad, decencia y delicadeza, con un alto sentir poético y con creatividad extrema, está presente en toda la obra poética conocida de Víctor Villegas. Como Neruda cuando afirma “Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta”, Villegas ha hablado por muchas bocas calladas, por muchas bocas humilladas, por muchas bocas muertas.
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