jueves, 14 de enero de 2016

Caos en el tránsito vehicular (versión 2.0) y la Policía Municipal

Por: Fabio Serrats

Nuestro país se encuentra inmerso en una serie de complicaciones que no permiten que nuestra sociedad avance y se equipare otras de más avanzadas luces. Por ejemplo, la mayoría de los funcionarios que nos representan en todos los niveles, salen de vacaciones y viajes oficiales a países del exterior, y tienen así la oportunidad de ver en modo tangible, los avances de esas sociedades en materia de tránsito, orden público, seguridad, etc. La pregunta del millón es ¿Por qué no propugnan por iniciativas que nos permitan imitar aunque sea en lo mínimo, esos logros de esas sociedades? ¿Por qué da tanto trabajo establecer un correcto ordenamiento en materia vehicular en nuestras calles? ¿Por qué es un imposible lograr que un simple ciudadano respete las más sencillas normas de convivencia en los barrios, residenciales y a nivel público, sin que se recurra a la violencia verbal y física para ello?

Tocamos el punto del rol de la Policía Municipal y tengo una sugerencia. Hace un tiempo escribí sobre este tema, y aun agente de esa institución me respondió, con mucha altura, cuáles eran las competencias de ese cuerpo “para-policial”. Agradecí las puntualizaciones, muy correctas por cierto. Ahí tengo personas muy conocidas y queridas.

Pienso que nuestra Policía Municipal de San Pedro de Macorís, podría ser el comienzo de una mejora para nuestro pueblo. Imagínese que a este organismo se le dote de “poderes especiales”, que le permitan regular todo el tránsito de la ciudad de San Pedro de Macorís, iniciando un prototipo o modelo, que bien podría ser imitado por otros municipios y provincias, comenzando de lo “micro” a lo “macro”.

Este cuerpo policial municipal, con el debido entrenamiento y sin ofender, sustituiría a la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), entidad que debe revisarse su existencia y deberes que, como humilde ciudadano que paga impuestos como todos, entiendo está desfasada y fuera de sus roles, comenzando por el nombre, que no es tal “Autoridad”, ya no es netamente “metropolitana”, porque está en todas partes y lo de “transporte”, la circunscribe solo a esa materia cuando hay de tanto por el medio que compete a materia vehicular y de tránsito en las calles. 

Una Policía Municipal efectiva no estaría para “subsidiar” a la AMET o para garantizar la seguridad en eventos netamente municipales o cuidado de parques. 

¿Qué competencias podría tener una mejorada “Policía Municipal”? Aquí las propuestas:

1-Tendria a su cargo el control y manejo de todo el tránsito en nuestras calles y avenidas.

2-Velaria por el correcto mantenimiento del ornato y adecentamiento público, evitando que se tire basura a las calles, o se deposite la misma en lugares inadecuados, se coloquen objetos que causen obstáculos en las vías públicas, con multas y llamados de atención al ciudadano que las infrinja.

3-Velar por el respeto a las vías peatonales en las calles.

4-Recibir el entrenamiento adecuado para desempeñar estas funciones adjuntas a las propias de su naturaleza.

5-Invitar a la ciudadanía al reconocimiento y respeto de este cuerpo.

Para solventar este organismo y otros gastos, el Ayuntamiento Municipal puede establecer tribunales especiales o utilizar los ya existentes para la recaudación de dinero por concepto de multas, que se pueden aplicar a mejora de calles y sueldos de efectivos. 

Para citar solo un caso, en Puerto Rico, cada municipio tiene su policía, que vela y regula más allá del tema vehicular. La presente sugerencia es simplemente en esos tópicos, ya que el caso en el transito es uno de los dolores que sufrimos cada vez que de modo civilizado, intentamos conducir por nuestras calles y avenidas. Ya he cumplido mi parte en este desahogo que me permite la expresión libre, gracias a Dios, aunque sé que todo esto caerá en el sonido del vacío, con la esperanza de que algún día, quizás dentro de varias generaciones, alguna de ellas se ponga los pantalones y fuera de toda influencia politiquera, busquen el bien de la ciudadanía, ya sea a precio de sangre, sudor y lágrimas.

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