POR: Ramón Perdomo
Me había propuesto no escribir sobre el tema Quirino-Leonel-Hipólito, o entiéndase PLD-PRM-PRD, porque conozco de las pasiones políticas que se involucran en temas como estos, porque en el fondo se vuelven temas maníos y van a caer al olvido, como muchas cosas en este país, precisamente por la pasión con que se tratan, y esa pasión no es más que un fanatismo aberrante en donde unos se saben culpables de muchos delitos después de haber manejado el país a su antojo y los otros quieren aparentar que son distintos a esos, pero en última instancia, son harina del mismo costal, son parte de un engranaje de una sociedad guiada por una clase dominante que no tiene conciencia de lo que es una sociedad organizada, porque no han asumido su rol de clase gobernante, como en los países donde existe una democracia que se respete.
La corrupción pública y privada, de la que son responsables ellos (los que enumeré por sus nombres y siglas, y mencione como clase y para no pecar de parcializado agreguen al Dr. Balaguer), no ha nacido en nuestro país de la noche a la mañana, esa pérdida de valores, ese apoyo a lo mal hecho, ese respaldo al villanismo, ese populismo anacrónico, ese paternalismo patológico con los fondos públicos y del narcotráfico, como acontecimiento social ha venido evolucionando –se inició pequeño-, ha venido tomando cuerpo, y en esa evolución de hacer lo incorrecto sin importar los demás, son muchos los que han participado, y muchos los que han traicionado al pueblo dominicano. Traicionaron en su tiempo a Juan Pablo Duarte, traicionaron a Gregorio Luperón, traicionaron al MLD del 1959, traicionaron en su momento también a Juan Bosch, traicionaron a Caamaño y por menos, traicionaron a José Francisco Peña Gómez, el único líder negro que ha tenido la isla después de Toussaint .
Han hecho, esos a quien he enumerado anteriormente, gobierno despóticos, indolente ante las grandes mayorías pobres, han usado el nepotismo, el clientelismo político, han usufrutuado el deber constitucional para uso personal y grupal, han cargado con la muerte de cientos y cientos de dominicanos pobres que con coraje y valor han demandado sus reivindicaciones de supervivencia, mientras ellos se han pavoneado en contubernio con esa clase dominante y les han permitido evasiones junto a condonaciones de responsabilidades económicas y financieras contraídas con el estado dominicano, que por demás al parecer no es de todos, sino de esa claque política y social de nuestro país.
Hoy, se revuelcan en sus propias cunas, y se escupen unos y otros, con sus salivas llenas de sangre, responsabilidades económicas, sociales, políticas e históricas y vuelven a perturbar la tranquilidad de un pueblo heroico, que solo atina, aturdido en medio de tanto estiércol a preguntarse ¿Hacia dónde vamos? ¿Quién nos guiará? ¿A quién le creemos? Si cada quien en su momento ha hecho lo mismo de lo que acusa al otro, y hoy la voz cantante entre ambos grupos políticos y la otra parte social, la tiene un personaje que acumuló fortuna con negocios turbios, que para menos en última instancia debió en su carrera -aparte de dañar jóvenes con la mercancía que comercializaba- asesinar a muchos o con sus propias manos o enviando a otros a hacerlo. Ese usaba los bancos para sus transacciones financiaras con dinero venido de una actividad ilícita, que tanto los bancos como los del gobierno lo sabían. Pero algún día el pueblo no los oirá más, así será. HE DICHO.
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