viernes, 12 de noviembre de 2010

Sus éxitos en el béisbol no lo apartan de sus raíces

Por Periodista 23


Apesar de que sus ganancias en el béisbol alcanzan los 90 millones de dólares, Alfonso Soriano no olvida sus raíces. Frecuentemente se reúne con viejos amigos con quienes organiza “cocinaos”, comen frituras y disfruta el caminar por las calles de su adorado Ingenio Quisqueya.
Como padre, asume desde bien temprano la responsabilidad de llevar los niños al colegio, a quienes recoge al término de la jornada escolar del día y como si fuera poco no contrata a nadie para que ayude a sus retoños en la realización de las tareas, pues él y su esposa se encargan de asumir esta responsabilidad.
Es el primero que reconoce que este oficio no puede materializarlo cuando durante casi nueve meses se encuentra inmerso en los entrenamientos de primavera y temporada de Grandes Ligas..
Y es que detrás del pelotero que en el 2007 firmó con los Cachorros un pacto gigantesco por 136 millones de dólares existe un ser humano que predica un gran ejemplo, cuyos éxitos en el béisbol no lo apartan de un pasado que estuvo marcado por la pobreza, con todo y sus logros mantiene la humildad como cuando en aquellos años de niñez jugaba vitillas, pelotas de trapo o andaba del brazo de su progenitora Andrea Soriano en las calles de Quisqueya.
Ser por cinco campañas un Yankee, convertirse en el cuarto jugador en realizar el 40-40, estar en siete ocasiones en el glamour del Juego de Estrellas, donde en el 2004 fue distinguido como el Más Valioso o ser pieza principal en un movimiento por Alex Rodríguez, para nada le ha hecho variar su forma de ser con Juan Matos, Harold Rosso, Moreno, Bolívar o Antonio Linares, este último quien le enseñó los primeros pasos en el difícil camino hacia el béisbol.
“Me encanta reunirme con mis amigos, lo hago tres y cuatro días por semana, y entre conversaciones y juegos siempre inventamos algo de comer, ya sea en mi casa o en la de mis suegros en Quisqueya”, expresa Soriano, quien abrió las puertas de su hogar para un ameno encuentro con Listín Diario.
Un amante de las pesas, que disfruta compartir mucho tiempo con su esposa Carmen Isis Eusebio y los tres hijos de su matrimonio, Alisis (8 años), Alen (tres) y Alisha (dos) y quien propiamente escogió los nombres que llevarían sus vástagos, a quienes considera sus grandes tesoros, los ayuda en sus clases y en el tiempo de ocio juegan baloncesto en una “canchita” instalada en el patio.
El pelotero, el único en la historia del béisbol en realizar el 40-40-20 (jonrones, robadas y asistencias) tiene al baloncesto como el segundo deporte que más admira, pues así como de niño era fanático de Tony Fernández y Cal Ripken se inscribe entre los miles que se quedaban boquiabierto con la espectacularidad y consistencia que exhibía Michael Jordan, Una camiseta, tenis y pelota de basket firmada por el seis veces campeón de la NBA con los Bulls son los artículos fuera de béisbol que reposan en el espacio resguardado para los trofeos que ha obtenido el jardinero de los Cachorros, quien a pesar de sentar residencia en Chicago, los últimos cuatro años, nunca ha podido estrechar la mano de su gran ídolo de la NBA.

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