Por Periodista 23.
Son pocos los profesionales que pueden alcanzar una carrera, tan aquilatada, constante y exitosa en la vida, como la ha logrado Mario Carbuccia Ramírez , reputado jurista, litigante. Reconocido catedrático, padre de buenos abogados y respetado en su pueblo, en la región Este y el país.
Y es que los principios que ha puesto como norte, de hacerle honor a su estirpe, con donaire, mucho trabajo y sobre todo seriedad; lo ha alcanzado, siendo a la vez ejemplo de su familia. 'La vergüenza y la moral es lo único que no se puede perder'', indicó.
Con 67 en la profesión, de sus 91 años de edad, la vida le ha deparado a este furibundo petromacorisano muchas oportunidades, obstáculos y satisfacciones que ha sabido sortear y hacerle frente, desde la influencia de su madre, para que optara por el derecho, pese a ser excelente estudiante y diestro en ciencias físicas, matemáticas y química.
Sin embargo, de la decisión por la abogacía, ha tenido poco de que lamentarse y muchas satisfacciones. A sus 23 años rechazó el nombramiento que le hizo Rafael Leonidas Trujillo, al designarlo como Fiscal de San Cristóbal, como mérito a las mejores calificaciones de la promoción del 1951 en la Universidad Santo Tomás de Aquino, actual Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
La herencia
Siendo un enamorado de la lectura, su oficina, cuya vista da hacia el antiguo muelle de la Sultana del Este, es un estudio fundado en 1910, como una continuación de la tradición jurídica del licenciado Porfirio Herrera y Ramón De Wind Lavandier, su fundadores y propulsores y se mantiene dando servicios a las más prominentes familias y empresas de la zona.
Él que se autodefine en ocasiones, poco tolerante, es atento y conversador, tiene debajo de su escritorio el libro: Secretos y Misterios de la Oratoria, que suma a otros cientos de títulos detrás y al lado, parte de su biblioteca, que aún registra en su cabeza.
Cuenta que su Su abuelo de origen italo-francés, José Carbuccia; su abuela María Campos Albizu, puertoriqueña. Siendo su padre un constructor y naviero; su madre una consagrada al hogar, se mudaron desde la comunidad de Guayabo Dulce de Hato Mayor hasta Miramar en San Pedro de Macorís, procurando mayor seguridad para la familia.
Siendo niño, recuerda vivencias de su abuelo como navegante, que falleció en un barco que zozobró por Curazao. David, uno de sus hermanos, falleció en Nueva York, donde residía y su hermana abogada, laboró en la Procuraduría de la Corte de Apelación de San Pedro de Macorís por varios años.
Su orfandad temprana al perder su padre con apenas nueve a diez años convierte a su progenitora en padre y madre, pudiendo subsistir con provisiones de las fincas rurales, que sus ancestros maternos les proveían.
- Articulo Cortesia Del Listin Diario.
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